
me dijo: Que tontería, arderás!,
Le dije que no pensaba ir de día y se reía"
Hoy vi flaquear la fe optimista de alguien a quien admiro (y quiero) por su ilusión. No puedo permitir tal cosa así que me hallo aquí para argumentar en pro del optimismo.
En primer lugar dejar claro que no podría ser uno optimista y pesimista al mismo tiempo, de la misma forma que no se puede ser alto y bajo, gordo y flaco, capitalista y honrado… Dado que no se puede elegir una y otra opción simultáneamente, es de necesidad decantarse por alguna de ellas.
Por otra parte, una persona que ha perdido la ilusión, que antes utilizó como energía para cambiar el mundo, lo primero que piensa y ansía es cagarse en él. Científicamente esto es imposible. Si eliminamos de nuestro objetivo los 361 millones de km² de superficie terrestre acuosa, nos quedan 149 millones de km² de tierra firme, lo que equivale a 1,49×1018 cm2. Una cagada (física, me refiero) podría ocupar, sin tener en cuenta diferencias individuales, unos 12 cm2 (espero no tomen en cuenta mi imprecisión y falta de rigor científico por no verificar este dato empíricamente), con lo que para hacer realidad el sueño del ex-optimista se necesitarían 1,241717 cagadas. Suponiendo, y para facilitar los cálculos, que nuestro neopesimista caga una vez al día, necesitaría 340182648401827 años para cagar sobre toda la tierra del planeta Tierra (imagínense un pesimista de Júpiter, planeta mucho más gordo y sin km2 de agua que restar). Ni que decir tiene que ni un pesimista dura tantos años, ni tendría las esperanzas de las que carece para reunir a 4002256244963,74 pesimistas mas, de los cuales uno pequeñito, y convencerlos para realizar esta repugnante y no menos estúpida proeza.
Dado que ser consistentemente pesimista es imposible, como científicamente acabo de demostrar, se ha de ser, por exclusión, optimista. Además, si bien el sueño neopesimista es imposible de cumplir, no ocurre lo mismo con el sueño optimista. El primero de estos sueños es sonreír a todo el mundo, y al mundo también. Algún pesimista intentaría refutar mi sueño con el mismo patrón matemático que yo he utilizado. Pero se equivocaría tanto en su argumento como en su elección para con el pesimismo. Se puede realizar el sueño optimista solo en una noche. Se mira a la luna, se le sonríe, y por las características reflectantes de la luz que le son propias, se cumple la mitad del sueño optimista. Solo la mitad del sueño porque en la otra porción terrestre, como es lógico, es de día. Pero como soy optimista, supongo que habrá en la otra mitad algún otro que le sonría a la luna.
Sonreír es el primer paso para cambiar el mundo a mejor. Ser pesimista es imposible.
A mi Australiana Real
Mucho amor
Es de sobra conocida la compilación y aportación Freudiana de ganchos al narcisismo humano, a esa falsa ilusión infantil de superioridad.
La primera conquista la realizó el Sol gracias a Copérnico, que nos suplantó del centro del universo. Otros físicos y astrónomos nos mandarían más lejos del ombligo universal. Pero aún nos quedaba nuestro trono terrestre.
Más territorios humanos fueros invadidos cuando Darwin, tras su viaje en el Beagle, trajo de souvenir un parentesco con los demás seres vivos del planeta. Pero aun nos quedaba la provincia de la inteligencia.
Del tercer golpe, original de Freud, no comentaré nada puesto que no es mi intención actual. Quizás en otra ocasión, si lo desean, lo podremos tratar.
Pero los imperios bien forjados no caen tan fácilmente. Dado que no es el caso, el humano se batió en retirada a la muralla de la inteligencia y el pensamiento. Allí se creía intocable. Pero una muralla es física, y la inteligencia y el pensamiento conceptos. Se preguntó acerca de su posesión, que pasó del alma a la mente, pero ¿Dónde está la inteligencia?, ¿Cuál es el sustrato biológico del pensamiento? El cerebro, contesto a continuación. Demuestra que el tuyo es mejor, replicaron. Como adolescente que es, el género humano dijo que el suyo era más grande y mejor. Ruin robo a una ballena o a un elefante. El tamaño relativo del cerebro fue otro baluarte. Que asalto una musaraña, entre otros. El tamaño del cortex, del cortex prefrontal, el número de circunvoluciones (ninguno de estos especial) y algunas más evidencias invidentes fueron bastiones de nuestro imperio, ya decrépito. Estos últimos reductos, enarbolados de un modo aparentemente científico, no son más que lo bellos palacetes franceses de los monarcas y sus respectivos consanguíneos que cayeron durante la revolución de 1789, esto es, inútiles. A parte de estúpidos, claro.
Pero, ¿Qué es lo que defendemos como único en el ser humano, qué es la inteligencia? En mi humilde opinión, no es más que la capacidad de percibir y responder ante relaciones entre eventos, relaciones de distinta índole y eventos diversos, pero no más que eso. Esas relaciones pueden ser percibidas tal y como se percibe un objeto y responder ante tal percepción o a ellas mismas, y a esto llamo pensamiento, o bien pueden afectar directamente a la respuesta del organismo, sin que sean percibidas a un nivel llamemos “consciente”. Desde este punto de vista, dado que cualquier ser vivo puede realizar esta proeza, no somos significativamente distintos de otros animales y el pensamiento deja de ser un leño para pasar a convertirse en ceniza de la hoguera del antropocentrismo.